viernes, 19 de agosto de 2011

Chincha (segunda parte): la magia continua.

     Cuando salió el sol y nos despertamos tuvimos la ocasión de conocer el terreno en donde nos encontrábamos. Se trataba de un claro rodeado de campos de algodón donde se estaban empezando a construir algunas pequeñas casas. Mario solo tenía los cimientos puestos, así que necesitamos la tienda de campaña para dormir y dejar nuestras cosas. Aun así no nos podíamos permitir dejar el terreno solo porque podrían robarnos todas las cosas. Así que nos quedamos los cuatro allí unos días, cuidando del jardín de Mario y del resto del terreno. No necesitábamos casi nada de dinero, ya que la comida la cogíamos de los campos en su mayoría y la cocinábamos a la leña. También había un punto de agua de manantial justo al lado que nos permitía lavar la ropa y asearnos. Era justamente la vida que estábamos pidiendo y ahí nos saciamos de ella. Cuando se nos acababa el dinero íbamos a Chincha a trabajar y siempre funcionaba bastante bien. Tocábamos siempre en restaurantes y como no teníamos muchos gastos, un día de trabajo nos daba para estar 4 ó 5 días en El Carmen ensayando y haciendo vida tranquila.

     Mario venía todos los días a acompañarnos y a comer con nosotros, y nos contaba historias de El Carmen alrededor del fuego misntras se cocinaba la comida. Justo al lado del terreno que ocupábamos había otra casa en construcción, parecía una mansión. Mario nos explicó que en un futuro sería un importante estudio de grabación. Era propiedad de Miguel Ballumbrosio. Ballumbrosio es el apellido de esa familia ilustre de la música afroperuana tan reconocida en todo el Perú. El responsable de ese reconocimiento fue Amador Ballumbrosio, el padre de la familia, violinista y zapateador, muerto 2 años atrás. Sin embargo ha dejado ni más ni menos que 15 hijos, todos artistas de gran nivel, entre violinistas, saxofonistas, bailarinas de afro,y, por supuesto, cajoneros.  (Entierro de Amador Ballumbrosio) Miguel Ballumbrosio, nos contaba Mario, se encontraba en Francia trabajando como compositor y músico, y venía todos los años a encontrarse con su familia e iba avanzando la construcción de su estudio. Muchos de los hermanos están repartidos por Europa y Estados Unidos, sin embargo la casa de los Ballumbrosio seguía estando allí, en El carmen, y ahí continuaba el núcleo familiar.

     Mario también nos habló de un músico argentino que actualmente se encontraba en la aldea estudiando percusión y ritmos afroperuanos con los Ballumbrosio. Nos imaginamos cuán privilegiado debía ser este percusionista al conseguir estudiar en casa de los Ballumbrosio durante 9 meses, escuela de lujo. Queríamos conocerlo pero en esos momentos se encontraba en Lima y no regresaría hasta pasados unos días.

     Al cabo de 4 días vino a visitarnos Luis, el viajero limeño que también buscaba alojamiento el día que llegamos. Nos contó que también había encontrado alojamiento gratuíto, ayudando a una señora en su negocio. Esta señora era la señora Dei (la tía Dei) la cual se había enterado de nuestra llegada y nos quería conocer.

     La señora Dei tenía una licorería en su casa. Siempre había borrachos en su tienda pero por esta razón o por otras, la señora Dei era querida por todos. Era la abuela de todos. Nos invitó a comer ese mismo día a condición de podernos escuchar cantar y tocar música. Tan bien lo pasamos que al día siguiente hizo una fiesta en su casa para celebrar nuestra llegada y, al mismo tiempo, festejar el retorno de Esteban, el músico argentino que al fin estaba de vuelta.

     Hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien en una fiesta. Fue muy particular. Estábamos en una casa muy humilde, con gente de todas las edades. Conocimos a los hijos de la tía Dei, a amigos como "Alianza", un viejecito de 80 años que no paraba de bailar y tocar tambores, también estuvieron Mario, Luis, Esteban y Roberto Ballumbrosio. La fiesta se alargó hasta las 5 de la mañana, al ritmo de la "música negra del Perú" y el hechizo de la "tutumba", el famoso licor especial a base de ron y pisco preparado por la señora Dei.

     A partir de ese día El Carmen se convirtió en nuestra nueva aldea. Esteban nos invitó a quedarnos en su casa ya que tenía varias camas de sobra y también cocina. A consecuencia de ello, las fiestas caseras se sucedieron y nunca dejamos de tocar música. Nuestra amistad con Esteban se hizo muy intensa y nos fuimos conociendo a nivel musical. Cuando necesitábamos dinero íbamos a la ciudad de Chincha y trabajábamos una tarde, y con eso ya podíamos estar 5 días sin salir de El Carmen.

     Lea se fue a continuar su viaje dirección a Cuzco. Nosotros decidimos continuar más tiempo en la aldea ya que la estancia y, sobretodo, Esteban, nos estaban enseñando muchísimo de la música local. Lógicamente, como no podía ser de otra manera, se celebró la despedida de Lea en casa de la tía Dei. El grupo volvía a reducirse a tres.

     Esteban tenía pensado irse la semana siguiente hacia el Ecuador para continuar su estudio de los ritmos afros. Durante esa semana compartimos muchas opiniones sobre la música, le contamos con detalle nuestro proyecto de LaSmala y el se sintió verdaderamente involucrado en el proyecto. Después de meditarlo en grupo, decidimos que acompañaríamos a Esteban en su ruta hacia Ecuador (además nos tentaba bastante la playa y el clima tropical, inexistente en esta época en Perú).

     La última semana en El Carmen fue de despedida. Tanta gente se quería despedir de nosotros y, en especial, de Esteban que cada día teníamos una comida o una visita a la casa de alguna familia. Tuvimos la suerte de conocer a la mayoría de la familia Ballumbrosio y de compartir mucho tiempo con ellos durante la última semana. La fiesta del último día se celebró allí.

     Cuando llegó el día de partir (entre algunas lágrimas de Luis, la tía Dei y alguno que otro), tuvimos una última fiesta de despedida en la plaza central de la aldea (plaza de Armas), donde debíamos coger el bus que njos llevaría a Chincha. Sin duda la magia de El Carmen existía realmente y no era otra cosa que el amor que esta gente tiene por la vida y la propia gente, a pesar de los problemas que también existieran. Dejábamos otro lugar al que nos sentíamos obligados a volver en nuestra vuelta al sur. Ahora partíamos hacia el norte y LaSmala había crecido. Esteban "che" Mackern se unía oficialmente al grupo con sus congas, su bongó, su cajón peruano y sus ritmos africanos y salseros. 

martes, 9 de agosto de 2011

Chincha, la magia del pueblo afroperuano.

     Después de la buena experiencia de Tacna llegó el momento de partir, aunque lo hacíamos con la alegría de saber que teníamos las puestas abiertas al regeso. Dejábamos buenos amigos a los que prometimos volver en unos meses.


     Lima nos esperaba después de 20 horas de bús, igual de caótica que siempre. La única motivación que nos aportaba volve es que encontraríamos a Lea, una amiga francesa que venía de vacaciones para vernos. Ella nos estaba esperando en la casa donde estaban Joselito y Angie, y llevaba instalada allí una semana. Lógicamente tenía ganas de irse de la capital en busca de otros lugares más interesantes. Nosotros no teníamos ninguna ruta en ese momento, así que pensamos en acompañarla por el momento. Ella pensaba ir a Cuzco, en las montañas, al este. Cuzco es una ciudad bastante turística (es donde se encuentra el Macchu-Picchu y muchas otras ruinas y lugares interesantes). Nos pareció bien la idea, así que decidimos comenzar la ruta con ella, aunque sabíamos que no llevaríamos el mismo ritmo que ella. Nosotros viajamos lentamente, trabajando en cada sitio y haciendo vida en cada parada, no es igual en absoluto para alguien que llega con dinero desde Europa con sólo un mes para ver todo cuanto pueda.

     Tres días tardamos en comprar los billetes de bus que nos llevaría a la primera parada de la ruta: Chincha. El motivo por el cual elegimos esta ciudad era bien claro. Chincha fue la colonia afro-peruana más importante del país. Fruto de ello, la mayoría de la población de origen africana se encuentra en esta zona (aunque suene raro hay negros en Perú). Como no podía ser de otra manera, en Chincha se ha desarrollado una fuerte cultura musical. Se trata de la música afro-peruana, o costeña, uno de los 4 referentes musicales en Perú (además de la música de la sierra, la música criolla y la música de la selva). Además de eso, la causa concreta que nos tentaba tanto a ir era que se trata del sitio donde nació el cajón peruano (antecesor del cajón flamenco, el cual Paco de Lucía modificó y llevó a España).

     Al fin decidimos partir. Esta vez seríamos 4: Charles, Samir, Lea y yo, además de Joselito y Sandro (amigo músico colombiano que vivía en la misma casa que nosotros en Lima), que nos acompañaban sólo un par de días y después se volverían.

     Era la segunda semana de junio (jueves,18 de junio exactamente). Lo primero que hicimos al bajar del bus (3 horas al sur de Lima) fue buscar un alojamiento donde dejar todas las bolsas. Lo encontramos en pleno centro del mercado central. Inmediatamente nos dimos cuenta de cuánta actividad había en esta ciudad. Chincha es una ciudad rebosante de vida (Samir dice que es similar a Marruecos), lleno de comerciantes y gente de todos los colores por igual (negros, morenos y blancos) sin ninguna diferencia entre ellos. A medida que íbamos recorriendo el centro de la ciudad íbamos viendo que, en su mayoría, la gente era de escaso poder económico. Apenas circulaban coches, sólo había ríos de "moto-taxis")  (motos con sidecar o carros traseros, para 3 personas). Vimos que los mejores sitios para tocar música era en los restaurantes (no había buses ni buenas calles), y en el mercado. Así que eso mismo hicimos esa noche y acertamos. Nos fuimos a dormir tranquilos después de cenar bien.

     Nuestro objetivo era quedarnos hasta el domingo ya que, al parecer, los sábados se hacían fiestas musicales con cajones, bailes y música tradicional afro-peruana, pero sin embargo no encontrábamos nada que predijera esas fiestas que decían hacerse. Al día siguiente nos explicaron que esas fiestas no se hacían en la misma ciudad de Chincha, sino que debíamos ir a una pequeña aldea a media hora en bus llamada Aldea de El Carmen, el corazón de la población negra de Perú, exactamente donde nació el cajón. Todos decían que El Carmen tenía algo especial, una "magia" que atraía a todos. Ese mismo viernes a la tarde cogimos una furgoneta que nos dejó en la plaza central de la aldea. Joselito y Sandro tomaron su camino de vuelta y nos quedamos sólo los cuatro.

     La primera impresión de El Carmen fue un poco decepcionante. Llegamos a las 5 de la tarde y no había nadie en las calles, ni nada interesante, solo pequeñas casitas y algunas tiendas de víveres. Por otro lado nos alegramos de salir de la ciudad. Por primera vez conocíamos el campo peruano, las llamadas "chacras" de algodón, calabaza, zapaya y uva. Tan felices estábamos que, al buscar alojamiento en las pequeñas posadas, Samir y yo decidimos que dormiríamos en el campo, ya que teníamos ganas de pasar unos días en la naturaleza. Entonces nos dedicamos a buscar alojamiento para Lea y Charles. Sólo había 2 posadas en la aldea y ninguna bajaba el precio hasta nuestras posibilidades, así que tras negociar bastante tiempo sin tener éxito terminamos en la plaza de armas de la villa (plaza central) sin tener muy claro qué iríamos a hacer esa noche.

     Mientras Chales y Lea seguían intentando encontrar algún sitio para dormir, Samir y yo nos quedamos en un banco de la plaza cuidando de los equipajes. Ya estaba oscureciendo y poco a poco empezaba a haber gente en la calle. Nosotros nos relajamos e hicimos un poco de música, y poco tiempo después estuvimos rodeados de niños curiosos que no sabíamos de dónde habían salido y que no paraban de hacernos preguntas; "¿Quiénes sois?","¿qué hacéis aquí?", "¿qué instrumentos son esos?"... la tarde se alargó y empezó a venir la noche. Los niños se quedaron con nosotros hasta tarde, tocando nuestros instrumentos y cantando con nosotros. No fue difícil darse cuenta de la particularidad de esos niños. Lo primero: todos, hasta el más pequeño y tímido, sabían tocar el cajón. No por bulerías obviamente, sino que tocaban un ritmo muy complejo para nuestros oídos, ya que era la primera vez que lo escuchábamos así, un género musical local que se llamaba "festejo", el cual nos dejó, a Samir y a mí, impresionados, con muchas ganas de bailar. La segunda particularidad y la más fuerte era que los niños no tenían ningún tipo de reparo. Todos se expresaban abiertamente y de la manera más espontánea. Si no te conocían te preguntaban "quién eres" y ya estaba solucionado. Al mismo tiempo eran educados y respetaban a las personas mayores que ellos, de manera que nos encantó estar rodeados de estos niños y eso atrajo más tarde a los mayores también.

     Era bastante tarde ya, y Charles y Lea no habían tenido éxito en su búsqueda, pero por alguna razón no nos preocupamos y no pensamos en nada, simplemente lo pasábamos bien en aquella plaza. Conocimos a algunos padres de los niños y a otros adultos que se acercaron. Hubo alguno que nos hizo un espectáculo de cajón y zapateo (baile típico afro-peruano) realmente impresionante, que nos dejó como quien escucha música la primera vez en su vida. Después nos enteramos de que pertenecía a la familia Ballumbrosio, una familia "ilustre" de la música afro-peruana y peruana en general. Toda una familia de músicos y artistas naturales de El Carmen. En esta reunión de bienvenida improvisada también conocimos a Luis, un limeño que viajaba tratando de dejar atrás una vida complicada en Lima, y que sólo vivía de los llaveros cristianos que fabricaba y vendía. Acababa de llegar aquel mismo día y nos dijo que una señora le había ofrecido alojamiento gratuito a cambio de ayuda en su establecimiento.

     La suerte también estuvo de nuestro lado cuando apareció Mario Vargas y su hijo Berny. Tras hablar largamente con ellos nos contó que toda su vida había estado viajando. De hecho conocía Nantes (la ciudad de Samir y Charles) y también conocía Jerez (hizo un elogio al vino Tío Pepe y a Lola Flores). Nos contó que por allí pasaban muchos músicos atraídos por la "magia" de El Carmen y que, de hecho, había tenido a varios músicos en su terreno pero acababan de marcharse, por tanto el terreno estaba libre. Así que nos propuso esa opción. No tenía techo ni luz, pero nos prestó una tienda de campaña. Al terminar la fiesta nos desplazamos a su terreno, instalamos la tienda y pudimos dormir ese día.

     No éramos conscientes todavía, pero a partir de esa noche fuimos víctimas de esa "magia" de la que nos habían hablado en tantas ocasiones.

Carlos Lobo Cordón. NOTAS TOMADAS HASTA EL 19 DE JUNIO DE 2011. Terreno de Mario Vargas. Aldea de El Carmen, Chincha, Perú.

viernes, 5 de agosto de 2011

De vuelta a Tacna, la zona franca.

     Antes que nada pido disculpas por el retraso de los artículos (se me acumula el trabajo). engo como objetivo actualizar el blog entre esta semana y la siguiente, ya que actualmente me encuentro relativamente estabilizado e imagino que tendré algo más de tiempo para organizar y redactar las experiencias que van llegando, que no son pocas.

     Para seguir con el orden lógico del blog y con la historia del viaje, en este spot toca hablar de la vuelta a Tacna después del intento fallido de traer la Combi de vuelta a Perú... sigo con la historia entonces.

     Tacna es la ciudad más sureña de Perú. Al estar cerca de la frontera con Chile, está dentro de lo que se llama "zona franca", eso quiere decir que es una zona de alta actividad comercial de exportación e importación. Desde nuestro punto de vista, eso se traduce en una gran diversidad cultural y gente de muchos orígenes diferentes. Sin embargo, Tacna no deja de ser una pequeña villa, con sus costumbres y sus gentes de todos los días, en general cálidas y hospitalarias. Cuando encontramos a Samir y a Charles, los cuales se encontraban hospedados en una pequeña posada, nos contaron su experiencia en ese tiempo en el que estuvimos separados. A diferencia de nosotros, a ellos les había ido bastante bien. Solían tocar música en el mercado central de la ciudad, donde las "mamitas" (ancianas que cocinan y tienen pequeños puestos de comida en el mercado) los habían "adoptado" y los alimentaban a un precio bastante cómodo. Joselito y yo también disfrutamos de ese privilegio en los días que nos quedamos allí.

     Dos días más tarde, Joselito se despidió de nosotros y partió hacia Lima, ya que tenía que firmar unos papeles de su matrimonio y no podían esperar. Nosotros nos quedamos un tiempo más para conseguir el dinero de los billetes de bus (no eran nada baratos). Al principio nos costó un poco acumular algo de dinero, porque las calles donde podíamos tocar no eran muy transitadas y no había grandes restaurantes, ni buses... no teníamos maneda de hacer una cantidad más o menos grande de dinero. Sin embargo, ese tiempo también nos aportó algo muy bueno al grupo en general. Estos días más o menos rutinarios hicieron que adquiriéramos una costumbre de trabajo que, a posteriori, iba a cambiar nuestro ritmo de viaje. Ya todos los días nos levantábamos bien temprano (8 de la mañana) y nos íbamos a internet u otros lugares a anotar teoría de la música, después nos íbamos a la Plaza del Teatro (la plaza que siempre frecuentábamos) y poníamos en práctica todo lo aprendido. Eso nos abrió puertas y comenzaron a surgir muchas ideas que se transformaron más tarde en nuevas creaciones.

     En Tacna hicimos buenos amigos que nos frecuentaron en la plaza durante toda nuestra estancia. En su mayoría eran estudiantes de la universidad de Artes Dramáticas. Gracias a ellos pudimos disfrutar de obras de teatro gratis en varios teatros de la ciudad (un gran lujo). Eso nos ayudó a integrarnos en eñ ambiente más cultural de la ciudad y terminamos conociendo a Klaus, un señor alemán casado con una señora peruana, que llevaba un café cultural bastante reconocido: el "Café Zeit", donde tenían lugar representaciones de teatro y conciertos musicales siempre con contexto cultural más que festivo. Nos hicimos buenos amigos de este señor y siempre nos invitaba a pasar por su local a tomar un café cada tarde.

     A medida que pasaban los días íbamos conociendo a más gente y Tacna nos iba conociendo a nosotros. También nos dábamos cuenta de que el Café Zeit era realmente una referencia en la ciudad y los espectáculos que se presentaban ahí tenían bastante repercusión a nivel local, por lo que pensamos que si lográbamos tocar en ese local podría ser bastante bueno para nosotros, además de que el dinero nos vendría muy bien para seguir el viaje. Queríamos irnos cuanto antes y debíamos aprovechar el sábado para hacer el concierto. Se lo propusimos a Klaus y sorprendentemente aceptó sin pensarlo demasiado, así que comenzamos a organizar el evento para el día siguiente, a toda velocidad. Nosotros hicimos el cartel del evento y pequeños flyers (volantes), y los repartimos por la calle mientras tocábamos. Estábamos ilusionados ya que no hacíamos un concierto desde Santiago de Chile, hacía casi un mes, así que hablamos con Andreu Portugal, un saxofonista que se convirtió en un gran amigo, y decidimos que el concierto lo haríamos con su colaboración.

    
                                                 
     La organización fue un poco apresurada, pero finalmente llegó la noche del concierto y ya estábamos tocando en el café para un buen número de personas. La promoción había tenido éxito. Se trataba de un público al que no estábamos muy acostumbrados, ya que había gente joven, pero también gente ago más mayor (60 años o más), y todos con esa curiosidad cultural, queriendo encontrar algo interesante en nuestra música (daba un poco de miedo). Supusimos que sería un público exigente ya que, además, habían pagado una entrada. Estábamos un poco nerviosos y sabíamos que esta vez sabríamos si el espectáculo que ofrecíamos merecía la pena realmente o no.

     Afortunadamente el concierto tuvo un éxito que no nos esperábamos en absoluto. Hubo mucha gente que nos pidió un contacto para seguirnos en nuestro viaje a través de internet, y nos salieron nuevos contratos para una futura vuelta a Tacna. Fue una experiencia casi surrealista. La gente estaba realmente encantada con nuestro espectáculo y se referían a nosotros como si se tratase de artistas consolidados, algo totalmente nuevo para nosotros. Klaus nos felicitó y nos dijo unas palabras en privado: "ahora tenéis las puertas de Tacna abiertas cuando decidáis volver". Por supuesto, decidimos que voleríamos en nuestro camino de retorno al sur. 

     Si creíamos que las cosas buenas habían acabado, estábamos equivocados. Fruto de la repercusión del concierto en el café, conocimos a Carlos Vera, componente de una compañía de teatro organizadora de eventos escolares. Daba la casualidad de que ese mismo domingo (día 12 de junio) se celebraba el Campeonato Regional de Danza Escolar, en el coliseo Tupac de Tacna. Nos preguntó si podíamos colaborar para animar el festival con música y aceptamos encantados. Carlos Vera me ofreció además la posibilidad de asistir en calidad de jurado.

     Para mejorar un poco más el espectáculo, invitamos a cantar con nosotros a una nueva amiga, Kattalina Muriche, en calidad de corista, a la cual, más adelante, esperamos como nueva integrante de LaSmala. Y así llegamos al coliseo Tupac. La verdad, no lo pensamos demasiado cuando llamaban al sitio "coliseo", pero cuando llegamos nos dimos cuenta de porqué lo llamaban así. Se trataba del sitio más grande en el que LaSmala tocaría hasta el momento.

                            
     Después de todos estos eventos, al fin pudimos partir de Tacna, aunque dejábamos a bastantes amigos atrás, a los cuales prometimos volver algún día, y esperamos hacerlo dentro de no demasiado tiempo. Al día siguiente cogimos un bus que nos llevaría de vuelta a Lima, la gran capital donde reinaba el caos... no estaba demasiado motivado con la idea, pero bueno... ya encontraríamos un nuevo destino rápidamente... y qué destino! Hasta aquí el capítulo de Tacna...

NOTAS TOMADAS HASTA EL 14 DE JUNIO DE 2011, TACNA, PERÚ